En Píllaro, la tierra de Rumiñahui, están de luto. Trece de sus hijos murieron y dejaron historias inconclusas, mientras otras 37 personas luchan contra la muerte. Byron Eduardo Ron estuvo entre las víctimas de aquel “bus ataúd”, disco 6, de placa IAF-966, de la cooperativa Píllaro, que a las 09:30 del miércoles perdió los frenos y rodó 200 metros al precipicio en el sector La Joaquina.
El carro salió a las 09:10 de la terminal, comentó la nieta Daniela Castañeda, quien cumplió 26 años ese día. Su abuelito quería darle una sorpresa y por eso se despidió del amor de su vida, Blanca Lara, y solo le dijo que regresaría para terminar el cuadro que pintaba para su “muñequita”, pero no lo hizo y el cuadro quedó a medias.
Byron se embarcó en aquel viaje sin retorno. Daniela era la consentida de las nietas, pues es la única mujer entre tres varones. Recuerda que siempre la sorprendía con detalles. Ahora muchos planes no se concretaron.
Él tenía pensado hacer una exposición de todos sus cuadros, culminar el libro de sus memorias, celebrar los 50 años de casado, entregar el regalo a su nieta y recibir el nuevo año en Cuenca, pero todo se quedó en planes.
Byron Ron era pintor, coleccionista y escritor, oriundo de Ambato, pero por amor se radicó en Píllaro al que le dedicó un libro. Para su familia quedan los mejores recuerdos, aquellos que están en sus lugares preferidos: su estudio y el huerto.
A media hora de Píllaro están los restos de Jorge Guaninga, de 27 años. Ese miércoles negro tuvo una mañana ajetreada. Salió con su mamá María Rosa Toapanta desde San Andrés a Píllaro, hicieron compras y la envió en un carro de fletes. “Ya voy, haga la comidita mamita. La quiero mucho”, fue lo último que escuchó del único varón entre cuatro hijos.
María Rosa recibió la noticia mediante una llamada telefónica y no podía creer que su hijo, aquel que la acompañaba y velaba por ellos, estaba muerto.
En cambio Jesús Moposita está molesto y pide un mayor control para los conductores en Píllaro. Él perdió a tres de sus vecinos de San Andrés: Segundo Moposita, Flor Moposita y a Allyson, la niña de 9 años. Dice que Jesús iba ese día a Ambato a buscar trabajo. Era padre de dos niños menores de edad y lo recuerda como un buen vecino.
Estas son algunas de las historias de vida que se quedaron truncadas en aquella vía peligrosa dentro del bus de la muerte. La Municipalidad declaró tres días de luto y ofreció una capilla ardiente en el Coliseo Cerrado, donde después de los cánticos y las palabras de esperanza del párroco Ciro Torres se recogieron ofrendas para las familias que perdieron a sus seres queridos.
“MI HIJO MERECÍA VIVIR”
Las familias de quienes murieron rezan por las almas de sus deudos. En las clínicas y hospitales 37 personas luchan contra la muerte. Dos personas fueron trasladadas de gravedad hasta el hospital Eugenio Espejo en Quito, según el último informe del director provincial de Salud, Enrique Lana.
Entre los heridos está Narcisa Torres, de 27 años, quien perdió a Sebastián, su único hijo de 9 meses. “Hubiese preferido morir yo, mi niño apenas empezaba a vivir. No es justo que la irresponsabilidad de conductores por no revisar bien los carros y la ambición de llevar a mucha gente cobrara la vida de gente inocente. Nos llevaban como papas”, dijo.
Narcisa recordó que a los diez minutos de descender por la vía el carro empezó a zigzaguear, golpeó contra la roca y luego dio vueltas de campana. “La gente que iba parada salió volando por las ventanas. Me abracé muy fuerte a mi niño y cuando desperté estaba sobre matorrales y mi hijo sangraba”.
Chofer no aparece
En la terminal terrestre, los conductores de los buses están a la defensiva y aseguran que la prensa exageró en las cifras. El general Juan Ruales, director Nacional de Tránsito, manifestó que para hoy a más tardar se tendrá listo el informe del SIAT y el parte policial para determinar las verdaderas causas del accidente. Mientras tanto, la hipótesis que manejan es que fue “pérdida de pista y problemas en la caja de cambios”. Al chofer se lo busca, no está ni en la lista de fallecidos y tampoco de los heridos.
Los que se fueron al cielo
Sebastián M., 9 meses
Alisson S., 8 años
Germán Viteri, 36 años
William Sambonino, 26 años
Édison Ron, 62 años
Joffre Placencia, 16 años
Mayra Mera
Gilberto Avilés, 18 años
Sergio Duche, 40 años
Estefanía Sabando
Oswaldo Aucapiña
María Caiza, 34 años.
María Rosario Manobanda,
de 62 años