Mientras el sol empezaba a salir en la capital, Ximena Ponce, candidata de Alianza PAIS, para asambleísta por el Distrito Norte, trotaba por el Parque La Carolina, con una amplia sonrisa en el rostro, como si levantarse cerca de las 05:00 fuera un verdadero placer.
Un equipo de EXTRA la acompañó mientras realizaba su rutina diaria para conocer su vida al natural.
Sencilla, con unos cómodos tenis, una holgada pantaloneta negra y una camiseta floja conversó con algunos de sus amigos y compañeros de deporte, pues para Ximena trotar en un parque es la mejor opción para ir conociendo gente.
“En cinco minutos sé cómo se llama, dónde trabajan, si tienen hijos”.
Su rol de madre, esposa, política y una activa mujer los desempeña a plenitud, disfrutando de cada uno de los papeles que el destino le ha puesto en su camino.
Una “paisa” con corazón ecuatoriano
Ximena nació en Medellín, Colombia, lugar en donde vivió hasta sus 8 años por una cuestión de trabajo de su padre.
A los 11 llegó a la tierra de su familia, Ecuador, sin embargo regresar con un fuerte acento “paisa” se convirtió en un pequeño problema que marcó una etapa de su niñez.
“Los niños me molestaban por como hablaba y me pusieron de apodo la niña mona, no me gustaba, y por eso aprendí a defenderme”, comentó.
Al ser la última de cuatro hijos y más aún la única mujer era muy protegida por sus hermanos mayores.
“Era la hora de salida y mi madre me esperaba en la puerta de la escuela, de repente salió un niño corriendo y desesperado abrazó las piernas de mi mami, ella le preguntó qué le sucedía y el niño temeroso le comentó que una niña le venía siguiendo para pegarle, esa niña era yo”, dijo en medio de un gran carcajada.
El fútbol era uno de los juegos que más recuerda, aunque no con mucha añoranza, pues ser arquera toda la niñez le significó algunos fuertes golpes.
“Mis hermanos me utilizaban para ser arquera porque era la más pequeña y no me quejaba”.
Eso sí los carros eran su mayor afición. “Prefería que me regalen un carrito y no una muñeca”.
Cero vanidades
“Como nunca tuve una presencia de alguien que estuviera siempre pendiente de maquillarse o hacer cosas de chicas, no soy una mujer vanidosa, además mi madre siempre fue muy sencilla”.
En su juventud prefirió cambiar el colorete y los labiales por las obras sociales.
Ximena recuerda claramente las vacaciones de sexto curso, en donde decidió dejar las salidas de verano para compartir su tiempo con pequeños de un orfanato.
“Con un grupo de amigas nos fuimos a cumplir labores de empleadas domésticas: limpiar, barrer y cambiar pañales”.
Sin dudarlo esa fue una de las mejores experiencias de su vida, pues comprendió que el amor al prójimo no solo se predica, sino que es mejor cuando se practica.
Ser monja era una idea que rondaba en su cabeza, pues admiraba mucho la dedicación que tenían las religiosas hacia los más necesitados, sin embargo la sumisión como mujeres no la convencía para cambiar la ropa de moda por el hábito.
Ximena ingresó a la Universidad Politécnica Nacional para estudiar química, actividad que su madre le inculcó.
“Un hermano mío estudiaba en una universidad pagada, entonces los demás teníamos que hacer un esfuerzo y estudiar muy duro en una del Estado, pues el dinero no alcanzaba para todos”.
Sin imaginarlo, la universidad se convirtió en el cupido de su vida, pues en ese lugar conoció a quien hoy es su esposo.
“La primera vez que lo vi fue cuando estaba en “prepo” y él era uno de los dirigentes universitarios e ingresó a mi curso para invitarnos a unirnos”, desde ese momento “le puso el ojo”.
Emiliano, de 14 años, es el resultado de una fructífera relación que inició en los pasillos universitarios.
Una madre a la moda
Su hijo es uno de los mayores tesoros de su vida y por ello a más de ser su madre es su gran amiga.
Aunque suene un poco raro, uno de sus deseos era que su hijo se hiciera rastas en su hermoso cabello largo y rubio.
“Sí quería que se haga las rastas, se le iba a ver pleno, pero el guagua me dio una sorpresota”.
Un día en que Emiliano salió a “comprar el pan”, la panadería se convirtió en una sala de belleza, en donde cortó toda su melena y decidió cambiar su look por una cresta.
“Ahora que tiene su nuevo corte lo ayudo todos los días a estirarse la cresta para que le quede bien levantada y le siga creciendo”.
Ximena aún descarta de sus planes la presencia de una noviecita, pero asegura que no será una suegra celosa.
“Me alegraría tanto ver a mi hijo entregando su cariño a alguien que lo quiera, pero si le hacen una jugarreta o le lastiman ahí sí sale mamita pega duro”, concluyó.
Natación y correr sus deportes preferidos
“Corro porque me hace sentir viva, porque aprendí a respetar y valorar mi cuerpo y para ello hay que hacer deporte”, dijo.
Hace cerca de 10 años la vida le quitó un pedazo de su corazón, pero también le devolvió una segunda oportunidad.
“Perdí un segundo hijo y estuve un largo tiempo en terapia intensiva conectada a un sin número de máquinas, solo a ratos podía escuchar lo que la gente hablaba a mi alrededor y una vez dijeron: parece que se nos va”.
Esa frase se quedó tan impregnada en su cabeza que decidió ordenarle a su cuerpo que reaccionara, pues aún le faltaba mucho por vivir.
Cuando salió de ese difícil momento escogió la natación como la mejor opción para empezar a practicar algo de deporte.
“Mi instructor me dijo que por la energía y el entusiasmo que le ponía podía ser capaz de cruzar el lago San Pablo, pero no lo creo”, dijo entre risas, sin embargo ese reto se ha convertido en uno de sus objetivos que están en la lista por cumplir.
“Luego de nadar empecé a correr y me encantó, entonces inicié yendo a carreras cortas, pero este año sí me estoy preparando para una media maratón”.
Entre sus manos sostenía algunas medallas como una verdadera atleta.
“Me da chiste porque nunca he llegado en los primeros lugares, pero tengo la medalla por el sacrificio y el esfuerzo que uno pone para llegar a la meta”.