Con entusiasmo, Carlos González León, candidato a asambleísta para la provincia de Sucumbíos por el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), narró a un equipo de EXTRA su humilde vida y los múltiples esfuerzos que ha tenido que realizar para alcanzar sus más ambiciosos sueños.
Una vida dura
Carlos recuerda su infancia en el pequeño cantón Pasaje, provincia de El Oro, tierra que lo vio nacer. “Yo era un niño muy juguetón, amaba los deportes, pero sobre todo me encantaba correr”.
A pesar de no tener comodidades, jamás perdía la sonrisa que combinaba con sus ojos inquietos para adornar su rostro.
Su madre trabajaba muy duro como modista para solventar los gastos de su familia; sin embargo, estos siempre eran más grandes.
A muy corta edad, Carlos comprendió que como hombre del hogar debía poner manos a la obra para llevar el pan a la mesa y ayudar a la mujer que le dio la vida, quien dejó todo por ser la mejor madre y padre.
“Cuando tenía 13 años me puse a lavar carros, de esa forma podía sacar algún dinerito que ya servía para la comida o para mis propios gastos del colegio”, comentó.
Perder a su madre hace pocos años significó un golpe muy duro, pues en ella encontraba el mejor ejemplo de lucha y de vida.
“La muerte de mi madre fue muy duro para mí y mucho más para mis hermanas; pero aunque parece difícil de creer, eso nos unió más, sabíamos que no podíamos defraudar a la mujer que nos dio tantas enseñanzas”, dijo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y la voz empezaba a quebrarse.
Su vida no fue sencilla, pero eso le enseñó a luchar por lo que en verdad quería.
“No pude estudiar el colegio a la edad en que todo joven lo hace, pues debía trabajar, pero mi anhelo siempre fue superarme, así que cuando tuve 21 años regresé nuevamente a las aulas”.
Pero ser un bachiller no era solo su mayor aspiración, pisar la universidad era otro de sus objetivos de vida.
Hace pocos años logró obtener su título de tercer nivel, hecho que lo hace sentir un triunfador.
CORRER ES UNA PASIÓN
“Siempre fui muy bueno para correr, ese era el deporte que más me gustaba y con el cual alcancé grandes triunfos”, señaló mientras indicaba unas fotos de su juventud cruzando las metas de las varias pistas que sus pies han recorrido.
Su habilidad para el deporte de velocidad lo invitaba a soñar con una vida mejor, no solo para él sino también para su familia; sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas.
“Nunca tuve unos zapatos especiales para correr, así que lo hacía con los de lona que eran los únicos que me alcanzaban, además tampoco podía comprar vitaminas y mucho menos alimentarme mejor”, explicó el candidato.
Ni los inconvenientes económicos hacían que Carlos desmayara en su pasión, le ponía más ganas aún cuando recibía algún galardón por su esfuerzo.
“Una vez recibí cierta cantidad de dinero por ganar una competencia y pensé que ese deporte que tanto amo me llevaría a la gloria”, aseguró.
Lo que no se imaginó es que los años posteriores los premios económicos se convertirían en valiosas medallas, que permanecen colgadas en el mejor lugar de la casa, pero que con ellas no podría dar de comer a sus seres queridos.
“Allí comprendí que debía dejar de lado mi pasión y empezar a buscar un trabajo con el cual pudiera conseguir el dinero que siempre nos hizo falta”.
A sus 52 años aún mira con añoranza las fotografía de una estrella del atletismo que no pudo brillar.
Dejó de lado la adrenalina que sentía en cada carrera y puso manos a la masa, pues se dedicó a la panadería, actividad que era más rentable.
Cambió su tierra por la natural Sucumbíos
“Mi canción favorita es Carpuela, pues narra en realidad lo que yo viví. Salí de mi tierra para ir a trabajar en el Oriente”.
Carlos cuenta que en su lugar de origen las posibilidades de trabajo eran muy escasas, por lo que decidió tomar las maletas y mudarse.
El primero en partir fue él, pues siempre fue muy arriesgado, posteriormente llegaron hasta la puerta norte del Oriente ecuatoriano, Sucumbíos, sus hermanas y su madre.
Carlos llegó y se enamoró infinitamente del más hermoso de los ríos, el Aguarico, en donde tomó su primer baño.
Los primeros meses no fueron nada fáciles, así que decidió regresar a casa.
“Estuve allí y surgió una oportunidad de trabajar nuevamente en el Oriente, así que volví”.
Por ello, ahora Carlos cree en la famosa frase: “ Quien se baña en el Aguarico siempre regresa”.
Uno de sus mejores empleos fue ser locutor de una radio deportiva del Oriente. “Allí aprendí tanto y sobre todo amaba mi trabajo porque me gustaba hacerlo”.
La única experiencia que no le gustó fue cantar un gol de Barcelona, pues él es hincha “a muerte” de Emelec. “Ese día fue muy difícil, pues no quería hacer algo que mi corazón no podía y lo hice, hasta ahora muchos me recuerdan por eso”.
Por su excelente voz se dio a conocer en varios lugares, en pocos meses ya era un famosos animador de matrimonios, quince años, graduaciones y más.
“Cachuelear” en cualquier actividad es una de sus mejores habilidades, pues para él nada es imposible.
Padre y madre
El regalo más grande que le dio la vida son sus dos hijos: Carlos Gabriel, de 24 años, y Kimberly Mikaela, de 17.
Para Carlos ser padre ha sido el reto más duro, pero a la vez el más gratificante. “Criar solo a dos hijos no es nada fácil, pero con amor todo se puede”.
Su esposa viajó el extranjero hace 12 años y Carlos asumió las responsabilidades que implican convertirse en padre y madre.
“Mi papi siempre ha intentado hacer lo mejor, yo me acuerdo que me peinaba para ir a la escuela y siempre me dejaba todo chueco”, dijo Kimberly entre risas.
Carlos es amigo de sus hijos, es su confidente y declara ser un poquito celoso con su única princesa.
Su hijo, en cambio, ha seguido los pasos de su padre, pues también es un excelente deportista, con la diferencia de que sus sueños sí podrán hacerse realidad gracias al esfuerzo de Carlos.
Lavar los platos, barrer, trapear, cocinar e incluso alimentar a las mascotas son actividades cotidianas en su vida. No es nada raro verlo con un mandil puesto para no dañar su traje.
“Todo vale la pena por mis hijos”, concluyó.