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En medio de una pachanga se produjo el asesinato de una persona en el interior de su propio vehículo. Un disparo le cegó la vida y no hubo testigos que aportaran con más datos.
Según fuentes policiales, el fallecido era Walter Escalante y su cuerpo estaba en un pequeño auto FIAT blanco, placa GHV-229, en la 30 y la Q, sector del suburbio de Guayaquil. Su vehículo estaba junto a la unidad educativa Pedro Baquerizo Ortiz.
El asesino aprovechó el momento de alegría y música para acercarse de manera silenciosa hasta su víctima y descargar un disparo que bastó para acabar con su existencia.
Agentes de Criminalística constataron que Escalante, quien permanecía sentado sobre el asiento del chofer, presentaba el disparo en la sien izquierda, por lo cual se presume que su verdugo se acercó por el lado del conductor antes de liquidarlo.
La sorpresa en el barrio fue grande cuando uno de los farreros se percató de la presencia de los agentes policiales. “Un muerto, un muerto”, gritó y después la música se apagó ante la mirada incrédula de los fiesteros.
Por esta razón, nadie vio lo sucedido y tampoco reconocieron al fallecido. Además nadie se explicaba por qué estaba en el lugar.
Los agentes de Criminalística acudieron al lugar para realizar el levantamiento del cadáver, esclarecer los hechos y establecer las causas de su muerte.
En medio de la incertidumbre por la desgracia, los farreros no quisieron perder tiempo para festejar, y aunque sin música y sin baile, empezaron a repartir la torta entre los invitados y curiosos que se aglomeraron en el lugar.