Bogotá, Colombia (AFP)
En el consultorio del cirujano plástico, Gina no pasa inadvertida: en medio de otras que buscan realzar su belleza, ella solo quiere recomponer su rostro quemado por un ataque con ácido, una forma de violencia contra las mujeres que cada vez suma más víctimas en Colombia.
Gina Potes, de 35 años, espera que esta sea la última cirugía, de 24 que le han practicado en los últimos 15 años. “Cuando veo mujeres con cuerpos perfectos que buscan tener más busto o reducir la cintura, no entiendo”, dice indignada esta espigada trigueña que requiere reconstruir su mentón.
Aunque ha logrado recuperar casi totalmente el rostro, aún son evidentes las marcas de ese ataque, que también le alcanzó el pecho.
“Las huellas que deja no son solo físicas, también son sicológicas”, afirma, tras recordar que su primera reacción al verse desfigurada fue encerrarse.
Con el tiempo venció el miedo y salió a buscar trabajo. “Pero nadie me empleaba al verme así”, señala Gina, quien asegura desconocer quién o por qué la atacó. En estos casos la pena máxima es de 4 años de cárcel si se identifica al agresor.
Gina junto a un grupo de mujeres atacadas con ácido han decidido mostrarse -una de ellas con máscara por la deformación de su cara- para sensibilizar a la sociedad y reclamar políticas estatales que les permitan rehacer sus vidas y evitar nuevos rostros desfigurados, en una campaña en la que algunas políticas les acompañan.
Prácticamente todos los casos responden a violencia intrafamiliar. “Jurídicamente se tratan como lesiones personales y quedan en la impunidad por la dificultad para comprobar su autoría”, explicó la congresista Gloria Estela Díaz.
La legisladora presentará el 16 de marzo un proyecto de ley para tipificar como delito estas agresiones, con pena de cárcel de 8 a 30 años sin derecho a rebaja de la condena.
Hace cinco años Nubia Espita, de 33, vino de Venezuela con su esposo y dos hijas a pasar Navidad. Una noche, cuando llegaba a casa con la niña mayor, una pareja la atacó arrojándole ácido a la cara, que además alcanzó a quemar el brazo y la mano de su hija, narró.
Atribuye el ataque a “la envidia” de una vecina, algo que no pudo probar. Tampoco logró identificar a la pareja que la atacó, por lo que su caso quedó impune, mientras su rostro, pese a 15 cirugías, continúa desfigurado.
La cirujana Linda Guerrero, que dirige la Fundación del Quemado en Bogotá, recuerda que hace 15 años recibió el primer caso de una mujer atacada con ácido. Hoy suma 31 pacientes.
“Es el producto de una cultura machista como la colombiana que hace que la mayoría de las víctimas sean mujeres jóvenes, de baja escolaridad, atacadas por cuestiones sentimentales”, dijo.
En el consultorio del cirujano plástico, Gina no pasa inadvertida: en medio de otras que buscan realzar su belleza, ella solo quiere recomponer su rostro quemado por un ataque con ácido, una forma de violencia contra las mujeres que cada vez suma más víctimas en Colombia.
Gina Potes, de 35 años, espera que esta sea la última cirugía, de 24 que le han practicado en los últimos 15 años. “Cuando veo mujeres con cuerpos perfectos que buscan tener más busto o reducir la cintura, no entiendo”, dice indignada esta espigada trigueña que requiere reconstruir su mentón.
Aunque ha logrado recuperar casi totalmente el rostro, aún son evidentes las marcas de ese ataque, que también le alcanzó el pecho.
“Las huellas que deja no son solo físicas, también son sicológicas”, afirma, tras recordar que su primera reacción al verse desfigurada fue encerrarse.
Con el tiempo venció el miedo y salió a buscar trabajo. “Pero nadie me empleaba al verme así”, señala Gina, quien asegura desconocer quién o por qué la atacó. En estos casos la pena máxima es de 4 años de cárcel si se identifica al agresor.
Gina junto a un grupo de mujeres atacadas con ácido han decidido mostrarse -una de ellas con máscara por la deformación de su cara- para sensibilizar a la sociedad y reclamar políticas estatales que les permitan rehacer sus vidas y evitar nuevos rostros desfigurados, en una campaña en la que algunas políticas les acompañan.
Prácticamente todos los casos responden a violencia intrafamiliar. “Jurídicamente se tratan como lesiones personales y quedan en la impunidad por la dificultad para comprobar su autoría”, explicó la congresista Gloria Estela Díaz.
La legisladora presentará el 16 de marzo un proyecto de ley para tipificar como delito estas agresiones, con pena de cárcel de 8 a 30 años sin derecho a rebaja de la condena.
Hace cinco años Nubia Espita, de 33, vino de Venezuela con su esposo y dos hijas a pasar Navidad. Una noche, cuando llegaba a casa con la niña mayor, una pareja la atacó arrojándole ácido a la cara, que además alcanzó a quemar el brazo y la mano de su hija, narró.
Atribuye el ataque a “la envidia” de una vecina, algo que no pudo probar. Tampoco logró identificar a la pareja que la atacó, por lo que su caso quedó impune, mientras su rostro, pese a 15 cirugías, continúa desfigurado.
La cirujana Linda Guerrero, que dirige la Fundación del Quemado en Bogotá, recuerda que hace 15 años recibió el primer caso de una mujer atacada con ácido. Hoy suma 31 pacientes.
“Es el producto de una cultura machista como la colombiana que hace que la mayoría de las víctimas sean mujeres jóvenes, de baja escolaridad, atacadas por cuestiones sentimentales”, dijo.