Su cuerpo prendió como una antorcha. La descarga eléctrica lo sacudió con tanta violencia que perdió el conocimiento. Los médicos creyeron que jamás despertaría, pero Javier Puertas Candelaria, de 47 años, resistió la sacudida.
La suerte no le ha sonreído desde el accidente laboral que sufrió hace tres años. No sabe nada de sus dos hijos y padece una discapacidad física que le impide retomar su trabajo de soldador. Tal vez por eso pensó en suicidarse en un par de ocasiones.
Solo la solidaridad y las palabras de aliento que recibe de su comunidad evangélica parecen motivarlo para continuar con la lucha que inició aquel funesto 8 de agosto de 2012. Un día que jamás olvidará, ya que las molestias y cicatrices que han marcado su cuerpo para siempre se encargan de recordarle, una y otra vez, que nada volverá a ser como antes.
Era un día lluvioso. Javier trabajaba en la construcción de un paso elevado en la vía Perimetral, sobre la avenida Casuarina, al noroeste de Guayaquil.
Había tejido una malla tipo cajón de cinco metros cuadrados para la utilización de aguas servidas. La manecilla del reloj se aproximaba a las seis de la tarde. “Era casi la hora de salir, pero nos llegó la orden de que debíamos pasar la malla al otro lado. Como tenía mi familia y llevaba laborando solo quince días, me quedé a obedecer el mandato por temor a que me despidieran”, recuerda.
Javier, junto a dos obreros más, colocó la armadura metálica en un vehículo de carga pesada. Entre los tres trataron de sujetarla para que no se cayera. Su destino final estaba a escasas cuatro cuadras.
El grito desesperado de sus compañeros lo alertó. “¡Tírate!”, exclamaron mientras se lanzaban a la carretera con el vehículo en movimiento. Acto seguido, Javier escuchó un extraño zumbido y vio cómo un transformador ardía. Al tomar impulso para saltar a la vía, una corriente de 13.500 voltios, conducida a través de unas varillas que habían hecho contacto con un cable de alta tensión, lo paralizó.
Javier cayó inconsciente. Apenas recuerda qué sucedió después. Pero según le relataron varios testigos, su cuerpo mojado por la llovizna se incendió como si lo hubieran rociado con gasolina.
Cuando despertó se encontraba dentro de una ambulancia. Al llegar al hospital, escuchó aturdido el pronóstico pesimista de los doctores, que no albergaban esperanzas de que sobreviviera. Su torso tenía numerosos huecos y sus prendas de vestir estaba calcinadas.
Los dolores, sumados a los desalentadores augurios de los médicos, le hicieron perder el conocimiento de nuevo. Horas más tarde, los galenos cortaron la piel quemada del lado derecho del tórax, el más afectado, y le injertaron trozos sanos de sus muslos.
El 10 de septiembre recibió el alta, aunque aún no estaba totalmente recuperado. Porque a las heridas físicas se sumaron las del corazón. La mujer con la que había tenido dos hijos fuera del matrimonio se esfumó con los pequeños, a los que nunca volvió a ver. Al menos le queda el consuelo que supuso el perdón de su esposa, quien vela para que su lenta recuperación tenga un final feliz.
Ayuda para sentirse útilEl Consejo Nacional de Igualdad de Discapacidades le extendió un carné, donde certifica que Javier posee un 56 por ciento de discapacidad física. A sus limitaciones -no puede hacer actividades que conlleven esfuerzos ni exponerse al sol-, se suman constantes molestias respiratorias y de visibilidad, vómitos, dolor en el pecho, picazón y períodos de insomnio.
Tres meses después de haber abandonado el hospital retomó su empleo. Pero enseguida se le reventó un injerto. Ante esta circunstancia tramitó su jubilación por invalidez y, desde hace un año, recibe 190 dólares mensuales.
Sin embargo, la pensión, que se suma a algunas ayudas proporcionadas por sus hermanos evangélicos, no le alcanza para sufragar los tratamientos médicos y mantener el hogar. Como no quiere ser una carga, Javier pide a la ciudadanía que lo ayude con un pequeño capital o productos como jabones, papel higiénico y detergentes, que pueda vender después en alguna esquina donde el sol no le dé directamente. A pesar de su situación, desea sentirse útil y colaborar con su esposa, cuyo estado de salud también es delicado. Quienes deseen ponerse en contacto con él pueden llamar al 099-4118834.