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“Si no le gusta, no me paga”

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“Venga... si no está bueno, no me paga”, es el grito de venta de doña María Quiñónez, y como ella manifiesta: “viuda de Febres Cordero”.
Son las 09:30, y doña María tiene en sus manos las cañas para armar la carpa de lo que será su negocio hasta las 22:00 de un miércoles diferente, donde gracias al fútbol podrá ganarse un billetito gracias a su trabajo humilde, pero muy sabroso.
María Quiñónez sale desde Durán hasta el estadio Monumental a las 08:00, pero estaba despierta desde las 03:00 pelando y cocinando las 50 libras de papas.
En “voz baja” nos comentó que ella en realidad es hincha de Emelec, pero que gracias a Barcelona puede vender sus productos. Le preguntamos qué hace con tanta papa amarilla y tiene una respuesta que hace reír: “quien las manda a ser amarillas y por eso hay que vendarlas, si fueran azules ni las traería hasta acá”, explicó María mientras sonríe.
Trata de acomodar el plástico que será su techo durante toda la tarde y noche. Hace esto durante 30 años y aseguró que se jubilará haciendo guatita, llapingacho. Dijo que cuando no hay fútbol vende estos platos en el sector del Divino Niño, del cantón Durán.
A pesar que es emelecista, le gusta cuando gana Barcelona porque asegura la venta de toda su comida después del partido: “Cuando pierde Barcelona la hinchada sale como ‘alma que lleva el diablo’, uno se mata llamando, pero se van corriendo, es como si no tuvieran hambre”, indicó entre bromas Quiñónez, que entre su menú ofrece guatita, seco de pato y gallina.
“Vea, yo vendo en el estadio de Barcelona, soy hincha del Emelec, pero en realidad mi corazón está en el negocio, la venta de mis comidas es lo que más me interesa”, afirmó la señora, quien ayer llegó a la medianoche a su casita de la ciudadela María Piedad, de Durán.
Ella siempre tiene el apoyo de sus hijos Miguel Ángel y María Isidora Sarango.
El dolor de cabeza que siempre tiene es cuando los hinchas se ponen a pelear entre ellos: “No me gusta cuando los fanáticos se tiran piedra, eso me pone mal y a veces no quiero venir a trabajar por el peligro de que me pueda pasar algo, pero con la ayuda de Dios siempre le pido que me cuide”.
Doña María vivió el Clásico a un par de metros del estero Salado, donde está su puesto de comida.
“Lo que más le gusta a la gente es como se las atiende, hay personas que ya son clientes, otros vienen por primera vez al estadio y tienen que comer y se los atiende a lo bien”, aseveró la mujer que se hace llamar “viuda de Febres Cordero”, porque dijo, entre risas, que ella heredó del expresidente el trabajo y por eso siempre lo lleva en su mente.
María ayer se fue del Monumental contenta porque vendió todo, ni idea tuvo cómo quedaron Barcelona y Emelec después del Clásico. Lo que la hizo feliz es que las ollas quedaron vacías.    



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