A las 21:00 del pasado sábado pasado, un patrullero de la Unidad de Policía de Santa Bárbara Alta, al sur de la capital, que realizaba una ronda rutinaria por este sector se encontró con un joven muerto en la calle.
Los uniformados que transitaban por las calles Tabiazo y Tashina se percataron que en una de las aceras había un cuerpo bañado en sangre, hecho que captó su atención.
En uno de los bolsillos de la víctima se encontró una credencial estudiantil que sirvió para identificarlo. El muchacho ensangrentado tenía apenas 17 años.
Moradores que rindieron su versión ante la Policía indicaron que antes del incidente el adolescente estaba junto a un grupo de muchachos que venía de pelear por varias cuadras, repartiendo puñetes y patadas por doquier.
Al calor de la gresca, uno de ellos sacó un filudo puñal con el que atravesó al chico en reiteradas ocasiones. Los agentes contabilizaron al menos catorce heridas de arma blanca a la altura del tórax. Testigos informaron que otro joven también resultó herido, aunque la Policía no pudo confirmar este dato.
Alrededor de las 22:00, a la escena del crimen llegó el padre de la víctima, quien manifestó que hace un año su hijo había salido de casa para irse a vivir con una jovencita con quien mantenía una relación llena de conflictos.
El señor observaba el cuerpo de su vástago sin hallar una explicación del porqué del asesinato. No entendía cómo era posible que un muchacho que apenas empezaba a convertirse en hombre terminara sus días de una manera tan atroz, como si lo hubieran matado con saña, con venganza.
El asombro también era presa de los lugareños que se preguntaban unos a otros si alguno lo conocía, si era del barrio. El acontecimiento los marcó, pues hasta ese instante consideraban que Santa Bárbara era uno de los pocos sitios donde todavía la violencia no impera. (IB)