Nadie se lo esperaba, pero fueron más de cinco horas de salsa pura, de esa que marcó la historia de una orquesta llamada la Fania All Stars. Los cantantes Ismael Miranda, Emo Luciano y Willie Colón con su trompeta recordaron esos viejos momentos junto al pianista Larry Harlow y el violinista Alfredito De la Fe.El teatro de la Feria de Durán tembló. La expectativa era grande. Estaban “los que son y para el son”; por ahí unas cuantas figuras del deporte y de la política reclamaron cámara en perfil bajo, antes de empezar a mover el esqueleto. Fabricio Correa, el hermano del Presidente delEcuador, llegó con camarógrafo propio.Todo el preámbulo terminó al escuchar la orquesta y ver en escena a Ismael Miranda.ACLAMARON A MIRANDALos salseros aclamaron de pie a Ismael Miranda. Levantaron sus brazos y corearon su primer tema, Mi sueño, que calentó la garganta de los ávidos fans.Empezábamos a ingresar por el túnel del tiempo musical y la salsa de finales de los 60 e inicio de los 70 sonaba cada vez mejor. Estábamos frente a un espectáculo de los grandes.La buena voz de Ismael Miranda, que extasió a los asistentes con Para componer un son y otros temas, dejó aguaditos a los asistentes, pero a la vez con ganas de seguir rumbeando.Las vueltas y piruetas de los salseros guayaquileños y Durán no se hicieron esperar, pero la mayoría quería más.Nuestro juramento en violínAlfredito De la Fe sorprendió a los presentes al interpretar con su violín el tema Nuestro Juramento, inmortalizado por Julio Jaramillo. Luego le tocó el turno a Larry Harlow, el añejo pianista judío que marcó su época en las teclas de la Fania. Conectados con el calor salsero, el clima seco no permitía el paso al frío de la medianoche que se aproximaba sin darse cuenta. El reloj no existía.Después de deleitarnos con la excelente voz de Emo Luciano, el último cantante que grabó para la Fania, quedó el terreno listo para el “chico malo del Bronx”, ahora entrado en kilos. Willie Colón fue anunciado y sus músicos armaban el “despelote” en el escenario.Colón y sus clásicosUna vez más, los brazos de los salseros se levantaron al cielo para reconocer a su ídolo. Los acordes de Idilio enloquecieron a los admiradores que gritaban de emoción.Sobre las 02:00, los fans querían que esa noche sea eterna, pero como diría Héctor Lavoe en uno de sus clásicos: “todo tiene su final, nada dura para siempre”. Lo que menos importaba era el tiempo.De pronto salió al escenario Willie Colón, quien, al parecer, arribó con unos minutos de atraso. “Casi no llego, me querían llevar pa’ el hospital, pero dije no, mi medicina es cantar y toco”, expresó el trompetista.De golpe y porrazo interpretó su éxito Gitana, el cual “encendió” más los ánimos del público que se deleitó con una lluvia de clásicos del neoyorquino, quien se dio tiempo para recordar y cantarle a su amigo Héctor Lavoe.Pasadas las 03:00, los acordes de la “orquesta del malo” callaron. Luego de una breve despedida, casi imperceptible, Willie Colón abandonó la tarima así como ingresó: raudo, sin voltear atrás. Muchos se quedaron con las ganas de más, pese a que gritaron el típico “otra, otra”. Pero el artista estaba de retirada.La noche salsera había terminado, ahora solo quedaban los ecos en las mentes de los asistentes que escucharon a estas “leyendas vivientes de la salsa” que marcaron una época y un camino del ritmo antillano que se tomó América Latina.
Nadie se lo esperaba, pero fueron más de cinco horas de salsa pura, de esa que marcó la historia de una orquesta llamada la Fania All Stars. Los cantantes Ismael Miranda, Emo Luciano y Willie Colón con su trompeta recordaron esos viejos momentos junto al pianista Larry Harlow y el violinista Alfredito De la Fe.El teatro de la Feria de Durán tembló. La expectativa era grande. Estaban “los que son y para el son”; por ahí unas cuantas figuras del deporte y de la política reclamaron cámara en perfil bajo, antes de empezar a mover el esqueleto. Fabricio Correa, el hermano del Presidente delEcuador, llegó con camarógrafo propio.Todo el preámbulo terminó al escuchar la orquesta y ver en escena a Ismael Miranda.ACLAMARON A MIRANDALos salseros aclamaron de pie a Ismael Miranda. Levantaron sus brazos y corearon su primer tema, Mi sueño, que calentó la garganta de los ávidos fans.Empezábamos a ingresar por el túnel del tiempo musical y la salsa de finales de los 60 e inicio de los 70 sonaba cada vez mejor. Estábamos frente a un espectáculo de los grandes.La buena voz de Ismael Miranda, que extasió a los asistentes con Para componer un son y otros temas, dejó aguaditos a los asistentes, pero a la vez con ganas de seguir rumbeando.Las vueltas y piruetas de los salseros guayaquileños y Durán no se hicieron esperar, pero la mayoría quería más.Nuestro juramento en violínAlfredito De la Fe sorprendió a los presentes al interpretar con su violín el tema Nuestro Juramento, inmortalizado por Julio Jaramillo. Luego le tocó el turno a Larry Harlow, el añejo pianista judío que marcó su época en las teclas de la Fania. Conectados con el calor salsero, el clima seco no permitía el paso al frío de la medianoche que se aproximaba sin darse cuenta. El reloj no existía.Después de deleitarnos con la excelente voz de Emo Luciano, el último cantante que grabó para la Fania, quedó el terreno listo para el “chico malo del Bronx”, ahora entrado en kilos. Willie Colón fue anunciado y sus músicos armaban el “despelote” en el escenario.Colón y sus clásicosUna vez más, los brazos de los salseros se levantaron al cielo para reconocer a su ídolo. Los acordes de Idilio enloquecieron a los admiradores que gritaban de emoción.Sobre las 02:00, los fans querían que esa noche sea eterna, pero como diría Héctor Lavoe en uno de sus clásicos: “todo tiene su final, nada dura para siempre”. Lo que menos importaba era el tiempo.De pronto salió al escenario Willie Colón, quien, al parecer, arribó con unos minutos de atraso. “Casi no llego, me querían llevar pa’ el hospital, pero dije no, mi medicina es cantar y toco”, expresó el trompetista.De golpe y porrazo interpretó su éxito Gitana, el cual “encendió” más los ánimos del público que se deleitó con una lluvia de clásicos del neoyorquino, quien se dio tiempo para recordar y cantarle a su amigo Héctor Lavoe.Pasadas las 03:00, los acordes de la “orquesta del malo” callaron. Luego de una breve despedida, casi imperceptible, Willie Colón abandonó la tarima así como ingresó: raudo, sin voltear atrás. Muchos se quedaron con las ganas de más, pese a que gritaron el típico “otra, otra”. Pero el artista estaba de retirada.La noche salsera había terminado, ahora solo quedaban los ecos en las mentes de los asistentes que escucharon a estas “leyendas vivientes de la salsa” que marcaron una época y un camino del ritmo antillano que se tomó América Latina.