Con la cara destrozada y sin vida, así quedó el cuerpo de un hombre la madrugada de ayer en las empedradas y polvorientas calles de la precooperativa Carlos Cevallos, en el Guasmo central. En este sector de Guayaquil ningún morador ayudó a la identificación de la víctima que recibió varios piedrazos en la cabeza.
“Solo recuerdo que alrededor de las tres de la mañana escuché una bulla en este sector, pero no salí porque siempre pasan los borrachos peleando y mejor seguí durmiendo”, expresó “Maruja” (nombre protegido), mujer de avanzada edad que estaba en el lugar donde ocurrió el crimen.
“Cuando salí vi al señor que estaba tendido en el piso y todavía respiraba, pero bien lento y hasta botaba sangre por la boca”, detalló “Maruja”. La señora junto a otras vecinas se espantaron al observar el rostro ensangrentado de la víctima por los múltiples golpes de piedra.
Inútil fue la presencia de la ambulancia del Cuerpo de Bomberos que solo pudo confirmar la muerte del desafortunado, a quien no fue posible identificar por falta de documentos personales.
El occiso permanecía tendido sobre la calle, a pocos metros del estero Salado, entre la manzana 10 y la enorme pared que protege una gran fábrica. Una camiseta azul empapada de sangre fue hallada a pocos centímetros del cuerpo, el cual vestía una pantaloneta de cuadros. Rodeando a la víctima estaban cinco piedras que habría utilizado el asesino como arma mortal para arrebatarle la vida.
Se presume que el pleito se habría iniciado a 8 metros de donde quedó botado el fallecido, en una pequeña jardinera donde se hallaron algunas tablas caídas, piedras movidas y varias manchas de sangre.
Agentes de la Policía y Criminalística encontraron una billetera en una jardinera. En el interior de la misma estaba una cédula de identidad con el nombre de un ciudadano de 23 años. Al principio se creía que era la identidad de la víctima, pero las características físicas no coincidían.
MISTERIOSO MENSAJE
Mientras los agentes de Criminalística y el fiscal Wilson Álvarez Valencia realizaban las investigaciones, un uniformado descubrió que en el balde del patrullero alguien habría lanzado un papel que contenía la siguiente leyenda: “El man que está en la cédula es el asesino, esa es su billetera y vive por este barrio”.
Los gendarmes iniciaron un rápido recorrido con el fin de descubrir al implicado, pero sin resultados positivos.
Al cierre de esta edición el cadáver permanecía en la morgue de la Policía y no había sido reconocido.