Las antiguas tribus africanas mantenían la creencia de que expandir ciertas partes del cuerpo, como orejas, nariz, boca, cuello, era sinónimo de jerarquía y posteriormente signo de belleza y mejoramiento espiritual.
Comunidades indígenas de Ecuador, como los huaoranis, persisten con la tradición de expandir sus orejas.
Hoy en día, lo grande se puso de moda, por ello se ve por las calles de la urbe a jóvenes que han optado por expandir sus lóbulos. Por limpieza de aura, cultura ancestral o belleza, ellos han dejado el dolor a un lado para confirmar la capacidad de sus orejas para ser extendidas.
No importa la edad, el género musical, la tribu urbana o la clase social a la cual pertenezcan, lo más “in” del momento son las expansiones.
Fuera dolor
Una intensa emoción brotaba por los ojos de “Cris”, ansioso por sentir la aguja ingresando por la piel que recubre su oreja. “Sin anestesia, esto no me va a doler”, dijo el joven de 21 años, muy seguro de lo que quería.
Una vez decidida la medida (12 milímetros), el perforador prepara todo su equipo para empezar a “agujerear”.
Con los guantes bien puestos, una buena cantidad de alcohol y la barra perfecta empiezan a perforar el lóbulo derecho de “Cris”.
En este punto, la fuerza es fundamental, pues la barra del ancho de un lápiz es presionada lenta, pero fuertemente, hasta atravesar la oreja. Una vez que el aro se coloca en la punta, la barra es retirada suavemente por detrás.
Mordiéndose los labios para contener el dolor, “Cris” mira hacia el espejo para ver como quedó lo que tanto había esperado.
“El rojo se quita, pero la satisfacción permanece durante años”, dice el joven.
Poco a poquito
“Cris” no pretende dejar en esa medida su expansión, quiere llegar a algo extraordinario. En cada sesión se puede aumentar la medida hasta llegar a 50 centímetros, que es la más grande, por donde podría entrar una taza de té.
Carlos Solórzano, tatuador profesional, comenta que las expansiones son “delicadas”, ya que se debe cuidar que el lóbulo no se rompa como le sucedió a él.
“Me hice tan grande que se me rompió la oreja”, manifestó Solórzano, quien se sometió a una cirugía para reconstruir el lóbulo. A pesar del percance no deja de utilizar expansores. “Son solo de 18 milímetros”, dijo.
Solórzano siente una inmensa pasión por los tatuajes y perforaciones, su cuerpo se ha convertido en un óleo, pues el 80% lo tiene tatuado y en su mentón muestra orgulloso sus 3 perforaciones que lo hacen “diferente y recordado”.
A pesar de que es recomendable expandir los órganos de a poco, “Pancho” decidió que fuese un solo dolor. Tiene sus dos orejas expandidas hace dos años a 32 milímetros y considera que si puede hacerlas más grandes las haría, solo que su madre no se lo permite hasta que cumpla los 18.
Ellas no se atreven
Esta moda radica fundamentalmente en hombres. La mayoría de mujeres no se atreve a extender una parte de su cuerpo, en principio por el dolor y también por cuestión estética.
Sin embargo, Karla considera que de a poco las mujeres se sumarán a esta nueva tendencia, como lo hizo ella.
Incluso hay modelos de expansores exclusivos para las mujeres “machas”. “Solo es cuestión de arriesgarse”, aseguró Karla, mientras realizaba una perforación de 20 milímetros a uno de sus compañeros de trabajo.