En medio de las estrechas calles de la ciudadela Santa Marta II, manzana 5, (Esteros), sur de Guayaquil, el cadáver de Miguel Ángel Lucero Chalén, de 20 años, fue encontrado sobre la calzada con huellas de golpes.
El muchacho salió de su hogar a eso de las 21:00 a comprar una la jaba de cerveza. Libaba con algunos conocidos que festejaban el feriado.
Según Gabriela Figueroa, en su versión voluntaria en la Policía Judicial, luego que su conviviente salió del hogar, desapareció, por lo que optó buscarlo en compañía de otras personas.
Paralelo a esto unos vecinos avisaron por teléfono a Omar Lucero Chalén que su hermano estaba muerto en un callejón sin nombre en la ciudadela Santa Marta II, manzana 2, solar 5.
Según la viuda, cuando su marido salió del domicilio lo hizo en compañía de un tal Gabriel, un supuesto conocido.
En un principio se creía que la causa de muerte de la víctima fue por algún accidente de tránsito, por lo que se hicieron presentes vigilantes, paramédicos y miembros del Cuerpo de Bomberos, pero al descubrir que se trataba de un asesinato el cadáver fue trasladado a la morgue de Policía, donde le realizaron la autopsia.
Según versiones de los vecinos, aproximadamente a las 03:00 alguien abordó de manera sorpresiva a Miguel. Gritos desesperados fue todo lo que se escuchó, posteriormente sonaron los golpes del madero y la caída de la roca que terminó por liquidar a Miguel Ángel.
“NO QUEREMOS PROBLEMAS CON NADIE”
“Solo sé que lo mataron por robarle. No sé nada más del caso”, expresó un familiar de la víctima que se acercó al lugar del crimen para identificar el cuerpo. Una sábana blanca dejó caer sobre el occiso Miguel Ángel y se apartó varios metros.
Otros parientes que llegaron se negaron a dar mayores detalles del hecho. Incluso, la conviviente del fallecido indicó que no tenían intención de poner la denuncia por el crimen. “No queremos problemas con nadie”, dijo.
Según la viuda, su esposo no registra antecedentes penales y era prensista de una imprenta, además por el sector donde vivían sí tenía amigos.
El cadáver fue velado en las salas del Seguro Social.
NADIE VIO NADA
Una persona en estado etílico que estaba cerca del cadáver fue detenida por los uniformados, pero minutos después al comprobarse que nada tenía que ver con el hecho fue liberada.
En el lugar solo quedaron el madero y la piedra como testigos mudos de lo ocurrido. La única huella que se descubrió fue el rastro de varias gotas de sangre derramadas sobre la calzada, las mismas que desaparecieron al dar vuelta a la esquina. No hubo más evidencias del salvaje ataque.
Nadie se explica quién pudo ser el autor del crimen y cuáles fueron sus razones para cometer tan execrable delito.
Ninguno de los residentes aportaron con datos para la investigación y solo se limitaron a contestar que “recién me levanto y no sé nada”.
Mientras los familiares solo se conformaron con llorar cuando observaron al vehículo de Criminalística de la Policía partir con el cuerpo de su ser querido rumbo a la morgue.