En medio de la fría noche capitalina, un grupo de curiosos visitantes se adentraron en los rincones del cementerio de San Diego.
Eran más de las 21:00 del jueves cuando dos mujeres que encarnaron a los personajes de la viuda Josefina Landívar del Alto Castillo y a Analuisa Muñoz, mejor conocida como la “Negra Mala”, fueron las encargadas de cautivar a los turistas con aquellas historias que marcan la identidad quiteña.
Analuisa preguntaba a Josefina cómo se preparaban ciertos platos, pues debía aprender a cocinar para su marido.
Una de las recetas era “el caldo de tripas de cusun, hecho con intestinos de muerto”. Analuisa fue al cementerio, abrió una de las tumbas y de un solo tirón arrancó las vísceras del finadito, llegó a casa con todos los ingredientes y preparó la sopa. Todos quedaron encantados con el sabor.
Desde aquel momento, la “Negra Mala” empezó a tener pesadillas con la muerte, hasta que un día escuchó los agónicos y pausados gritos de un alma en pena que le decía: “Mariangula, devuélveme mis tripas”.
Tal era el dramatismo de las actrices que era inevitable no sentir algo de espanto cuando la viuda Josefina, quien lucía un despampanante vestido negro y morado, se cubría el rostro con el velo para gritar por las almas perdidas. “Antes, los entierros se hacían por la noche”, recordó a los asistentes.
“Rogar a Dios hermanos por el rescate de las almas que están en el purgatorio”, exclamaban en coro las personas mientras se trasladaban a visitar las tumbas del ex presidente José María Velasco Ibarra, Flavio Alfaro y otros personajes destacados.
El recorrido se lo hizo bajo la luz de dos candelabros.
Un niño sostenía con fuerza la mano de su madre. “No me sueltes... no quiero perderme entre los muertos”, le expresaba, mientras veía asombrado los mausoleos de familias con cierto poder económico que hace varias décadas mandaron a construir verdaderas reliquias para cuando sea hora del descanso eterno.