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¡Por evitar un choque se estrelló con la muerte!

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Venía como un bólido y en un abrir y cerrar de ojos partió de este mundo. Eran las 09:45 de ayer cuando en la vía Quevedo hacia Buena Fe, a pocos metros de la distribuidora Congas, km 6, ocurrió un violento accidente de tránsito que acabó con la vida del capitalino César Augusto Calero Toapanta, de 51 años,  y su carro destrozado.
El hombre viajaba desde Quito, pero se desconoce su destino final, ya que venía solo en un Chevrolet Steem, color plata, de placa CBL-212.
Por detalles de personas que estuvieron en el instante del accidente manifestaron que el auto venía desde Quito, pero otro vehículo por rebasar lo cerró y el conductor por no chocarse de frente perdió pista y fue a dar a un barranco de unos 5 metros que hay en el lugar. El coche dio varias vueltas de campana y a unos 50 metros de la ladera subió por una pequeña loma y quedó con las llantas hacia arriba.
Quienes viven por la zona y otros que transitaban por allí se alarmaron ante el violento estruendo. Corrieron para auxiliar al conductor que estaba aplastado por el carro. Cuando levantaron el auto, el hombre se quejaba por los fuertes golpes que recibió.
Minutos después que sacaron a Calero su corazón dejó de latir.
 Los voluntarios comenzaron a llamar a varios números telefónicos que se encontraban en una agenda que estaba en el panel del vehículo cerca al volante.
Al poco rato llegaron miembros de la Comisión de Tránsito del Ecuador y la Policía, quienes controlaron el congestionamiento vehicular que duró una media hora en el lugar.
También acudieron los bomberos, pero al comprobar que la víctima había fallecido regresaron a su cuartel. El carro quedó destrozado. Parecía mentira que en contados segundos no solo el carro se destruyó, sino que se perdió una vida.

Llevaba dulces en el vehículo

Varias personas que se agruparon cerca al automotor comenzaron a llamar a algunos números telefónicos que el fallecido tenía en una agenda. Una de esas llamadas fue devuelta a un policía, era una mujer que se identificó como Irene Valencia, quien dijo que el occiso era el novio de su mamá y habitaban en Quito.
Cuando ella oyó que el viajero estaba muerto se escuchaba la desesperación de la chica, quien dijo que llamaba a la madre e hija de Calero, pero que no contestaban.
Por las cosas que llevaba y la agenda que portaba el difunto se presume que vendía libros o era un visitador médico, además habían varios dulces en la parte delantera del vehículo.

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