En medio de un mosaico de colores, vestidos indígenas, los tres reyes: Moro, Ángel y Embajador, el sonido de la banda de pueblo, las cantoras, los sahumerianos y los olorosos pétalos de rosas llegó la mañana de ayer desde Pujilí, provincia de Cotopaxi, hasta Quito, el venerado Niño de Isinche para agradecerle, una vez más, por los milagros concedidos a sus devotos.
“Según cuenta la leyenda, el niñito apareció en la hacienda Isinche Grande, en medio de un bulto de paños y desde allí ha sido adorado, especialmente por los pujilenses, quienes se han dejado llevar por las tradiciones y las creencias que nos mantienen unidos como pueblo”, dijo Danilo Herrera, uno de los organizadores de la celebración que se realiza desde hace 5 años en la capital.
Desde su aparición varios creyentes aseguran que la escultura ha crecido cada año.
“Recuerdo que la primera vez que lo vi, el niño era pequeñito y ha crecido tanto que no entra en su antigua urna, además los trajes que le han regalado solo sirven hoy de recuerdo, pues no son su talla”, comentó Jorge Rivadeneira.
Sin embargo para los más escépticos no es necesario que la escultura crezca físicamente, pues lo importante es que cada vez la fe se hace más grande.
El niñito permanece durante el año custodiado por los dueños de la hacienda en donde fue encontrado, allí se levantó un esplendoroso altar en su nombre, además cuenta con una enorme variedad de trajes, que han sido regalados por quienes lo conocen.
“Tiene más de 5.000 prendas, como son de la Policía, Bomberos, instituciones educativas y sobre todo hermosos vestidos hechos en manos de artesanos pujilenses”, indicó Herrera. (MBM)