El terremoto le quitó todo lo que tenía, menos las ganas de luchar. Gabriela Delgado perdió todas sus pertenencias, incluyendo su vivienda en Pedernales, Manabí, pero ha encontrado la oportunidad de rehacer su vida en Santo Domingo de los Tsáchilas.
Su teléfono timbra. Es una nueva clienta que solicita sus servicios de manicurista. “No me ubico bien, pero yo le pregunto a una prima y voy”, le responde a quien está tras el auricular.
Aunque no conoce las calles de la tierra ‘colorada’, la joven, de 24 años, las recorre con su estuche, en el que guarda esmaltes, cremas exfoliantes, cortaúñas y demás implementos de belleza que compró con los 200 dólares que le donó una familia que ayuda a damnificados.
“Ya llevo tres días trabajando, cualquier cosita se hace”, sostiene. Su inspiración es su hijo, de siete años. Quiere que él inicie clases y no pierda el año escolar. “Mi esposo también está trabajando, pero no es fijo”, explica.