Jerson Ruiz, Manta (Manabí)
Viajó 14 horas desde Gales a Guayaquil. Y sin apenas descanso, otras tres más hasta Manta. Jefferson Montero Vite, jugador del Swansea City de la Premier League, quería estar al lado de quienes lo perdieron todo en el terremoto del pasado 16 de abril.
El volante de la Tricolor se trajo tres maletas con sobrepeso desde tierras británicas. Iban llenas de equipaciones de su elenco, para repartir entre un centenar de damnificados.
Eran casi las tres de la madrugada cuando el futbolista partió del Puerto Principal rumbo a Manabí. El cansancio no existe cuando alguien desea ayudar a los más desfavorecidos.
“Sé lo que es no tener nada. Sé lo que es sentir que te faltan las cosas. A mí me lo van a decir...”, destacó el jugador cuando EXTRA cruzó con él la Perimetral guayaquileña de camino a Manta.
La noche aún era cerrada. Esta vez no tuvo que driblar a nadie. La carretera estaba desierta. Ni siquiera había establecimientos abiertos para desayunar. “Después de esto, usted me lleva a una de sus huecas”, comentaba al reportero de este diario entre risas.
Hacia Santa FeAl llegar a Manta, había que buscar el barrio de Santa Fe, donde habían informado a Montero de la existencia de un refugio que acoge a decenas de personas sin hogar tras la catástrofe.
Mientras avanzaba hacia el lugar, la gente comenzaba a salir de sus casas para ir al trabajo.
Santa Fe no había copado los noticieros. Pero tras recorrer un par de cuadras, aparecieron 61 carpitas tras una inmensa puerta, que parecía hacer las veces de muro de seguridad.
No eran aún las seis de la mañana. Y el campamento dormía. Arturo Alvarado y José Pacheco eran los ‘guardias’ de turno. A ellos les tocaba mantenerse despiertos para preservar la tranquilidad de los demás.
No reconocieron en un primer momento a Montero. Incluso les parecía que aún era temprano para “recibir” a visitantes.
Sin embargo, cuando el futbolista se bajó de su auto los amigos manabitas tomaron conciencia de quién se interesaba por ellos: “Pana, ese es Montero o es uno igualito”, apuntó Arturo sorprendido. “Pregúnteselo usted mismo”, le respondió el reportero de EXTRA. Montero, debido al cambio de horario, parecía el más despierto de todos.
Maletas del SwanseaSu esposa, Sonia Alvarado; Jaime Leme, uno de sus acompañantes; y su amiga María Isabel Espinoza abrieron entonces las maletas, repletas de camisetas oficiales del Swansea City, buzos, chompas, rompe vientos, pantalonetas... Con tanta indumentaria bien se podría armar una barra de fanáticos del equipo inglés en Manabí.
Susan, la encargada de la logística en su club, le había ayudado a recabar las prendas. Nunca antes habían llegado tantas del equipo ‘cisne’ a América.
En ese instante, varias personas sabían que Montero quería transmitirles su apoyo: “Pero, ¿cómo es que está aquí? Si recién llegó anoche... Vi en las noticias. La plena que es el pana” , indicó Carlos, un manabita que, con tono jocoso, le pedía ir con él a la Copa América Centenario.
El sol comenzaba a apretar cuando el volante y Sonia se alistaron para visitar cada una de las carpas. Por un momento, el equipo de EXTRA olvido su labor periodística para colaborar en el reparto de las ropas.
“¡Que bacán que haya venido! Nadie nos dijo que iba a venir. Al pana solo lo he visto por televisión y ahora está aquí. Es de no creer. ¡Qué chévere! Ni en el estadio lo puedo ver tan cerca”, exclamaba asombrado José Pacheco, al tiempo que subrayaba lo bien que le vendría un buzo en lugar de una camiseta.
El propio Pacheco se acercó a algunas de las carpas para despertar a sus inquilinos temporales. “Despierta, que Montero te quiere saludar”, les anunció.
Regalos“Don JR, se lo ve bien. Ahora sí está sudando la gota gorda llevando las camisetas y no hablando con otros jugadores”, resaltó Montero entre bromas al periodista de este medio.
En la primera carpa, el cierre se bajó segundos después. Una señora salió, aún medio dormida, para ver qué sucedía. No terminaba de entender quiénes eran esas personas que se agolpaban frente a su nuevo hogar.
La esposa de Montero le entregó un sobre de colores, además de algunos obsequios del Swansea. Dentro de él había un bono de comida para canjear en un supermercado de Manta.
Era el comienzo del partido más emotivo que había tenido Jefferson en mucho tiempo. En cada improvisado hogar, en cuyo interior apenas había espacio para un colchón y unas fundas con ropa, se detenía varios minutos.
Algunos lugareños que acababan de abrir los ojos salían de sus carpas atónitos y se acercaban al jugador para darle las gracias.
Mientras Montero seguía repartiendo tarjetas, Maribel Conforme, emocionada, se mostraba feliz por el gesto del futbolista. “Gracias por venir. Me gustaría darle un abrazo”, destacó entre lágrimas antes de fundirse con el volante. “Ya es una seguidora más del Swansea”, le respondió este cariñoso.
Hasta el propio Montero se quedó algo afectado por las palabras de la señora. Porque una cosa es ver a las víctimas por televisión y otra muy distinta es tenerlas a pocos metros.
Las personas que recibieron los obsequios no asimilaban en un principio lo que estaba ocurriendo en el barrio de Santa Fe. Pocos minutos después comenzaron a buscar a Montero como si quisieran comprobar que aquello no era un sueño. Autógrafos, fotos...
Arturo Alvarado, Julio Arboleda y José Pacheco remarcaron que habían repartido todos los regalos. E insistían en que no había que ‘parar bola’ a quienes se hicieran pasar por habitantes del refugio.
En sus primeros 45 minutos en el lugar, Montero fue sorteando los caminitos que separaban las carpas. Era el momento de disputar el segundo tiempo. Así que pidió a todo el mundo que se pusiera las camisetas para jugar un partidillo con 35 niños. Pero eso es otra historia, que EXTRA contará mañana...