No lloraba, “gritaba desgarrado”. El bebé, nacido diez días antes, buscaba ansioso el pecho de la madre, adicta a la ‘H’ desde hacía dos años. Su leche, infectada con el alcaloide, era el único antídoto que parecía calmar a la criatura.
Pero el pequeño nunca se saciaba. Cuando ‘Elly’ dejó de alimentarlo, aparecieron “los vómitos, la irritabilidad y los temblores”, destaca a EXTRA Julieta Sagnay, psiquiatra en el Instituto de Neurociencias guayaquileño.
El mes pasado, la abuela y la progenitora, de 20 años, acudieron con el neonato a la consulta de la especialista, que también dirige la Clínica de la Conducta. Necesitaban respuestas para comprender qué le ocurría al niño.
La explicación de Sagnay fue contundente: debido a que el narcótico contiene heroína, ‘John’ había heredado el síndrome de abstinencia de su mamá, que no se desintoxicó durante el embarazo. El veneno la había esclavizado hasta el punto de que, antes de entrar al despacho de la experta, “se jaló unos pases en el baño”.
Así se lo confesó la abuela del bebé a la doctora, que en los últimos meses ya había tratado otros tres casos similares. “La joven estaba muy pálida y flaca. No asumía el problema. El niño era una criatura desprotegida, resultado de la ignorancia de todo el mundo”, apunta la psiquiatra.
Al menos, la muchacha pidió ayuda a Sagnay para que la internara en un centro de rehabilitación. Pero la especialista no podía olvidar el rostro desencajado de aquel pequeño privado de su voluntad: “Me asusté al ver a un ser tan inocente afectado por esto”.
La incidencia de este fenómeno, que irrumpió en Ecuador el año pasado, es aún mayor en entidades como la Maternidad Mariana de Jesús, ubicada al sur de Guayaquil. Solo en 2015 hubo 48 neonatos atendidos (uno de ellos murió). Y en el primer cuatrimestre de este año se registraron otros 16 (por ahora no se han facilitado datos a este diario de toda la zona 8, que comprende Guayaquil, Samborondón y Durán).
La gestión de los primeros casos no fue sencilla porque se trataba de “algo nuevo”, reconoce Katiusca Hernández, directora médica de este hospital, quien defiende no obstante la preparación actual de los profesionales ecuatorianos. “El Ministerio de Salud Pública se ha preocupado mucho de que todos los médicos estén capacitados”, asegura.
Los síntomasEl bebé afectado se pone “irritable” apenas treinta minutos después de nacer. Entonces afloran muchos de los síntomas que presentaba el último niño atendido por Sagnay, aunque otros a menudo evidencian pocas ganas de lactar. “Hemos tenido madres que, antes de parir, se pusieron la última dosis”, constata Oswaldo Andrade, jefe de Neonatología en la Maternidad Mariana de Jesús. “Son fáciles de diagnosticar porque sufren el síndrome de abstinencia (también llamado ‘mona’), hablan incoherencias… A veces vienen durante el embarazo y hay que ingresarlas por la amenaza de un parto prematuro”, agrega Hernández.
Cuando un recién nacido presenta la adicción, se examina su estado conforme a la Escala de Finnegan, que analiza 22 variables distintas: el tipo de llanto; las horas de sueño; la aparición de temblores, sudoración, fiebre o dificultades respiratorias; la succión ávida o el rechazo del alimento; los vómitos; las heces...
Si da positivo en siete puntos o menos, se considera que no posee el síndrome de abstinencia; si el resultado oscila entre los 8 y 15, este es moderado; y a partir de 16, se califica de severo, como sucedió con el pequeño fallecido.
“Tuvo un paro cardiorrespiratorio. Permaneció 48 horas en la Unidad de Cuidados Intensivos para Neonatos, pero no resistió. Estaba totalmente intoxicado”, rememora Andrade.
Morfina o FenobartitalAl que se encuentra en estado más grave le administran “morfina por vía intravenosa” para frenar la ‘mona’, mientras la ‘H’ va desapareciendo de su organismo (en España también emplean gotas de metadona, un sustituto habitual de la heroína inyectada en procesos de rehabilitación, que circula de forma clandestina en Ecuador tal y como adelantó EXTRA). Y a quien padece un síndrome moderado, Fenobarbital, “un anticonvulsionante” que ayuda a tranquilizar a la criatura. El tratamiento suele durar un mes y se lleva a cabo en la propia casa de salud porteña.
Poco a poco se empieza a hacer “el piel con piel” con su madre o un familiar si esta no se aparta del alcaloide. Pero una de las primeras medidas es impedir que la progenitora le dé el pecho a menos que se ‘limpie’.
“Si el bebé recibe leche humana -contaminada- aparecerán los síntomas de nuevo porque la droga es liposoluble, es decir, penetra en la leche y se transmite por ella al cien por cien. O la mamá deja la droga y amamanta o se droga y deja de amamantar”, remarca el jefe de Neonatología en la Maternidad Mariana de Jesús.
Tras ese periodo, los especialistas derivan al pequeño al Hospital del Niño, donde se le realiza un seguimiento para tratar de impedir posteriores daños en el sistema nervioso central, el mayor peligro al que se enfrenta.
“Las neuronas se producen principalmente en los primeros nueve meses de vida. Si se le sigue dando una droga que interrumpa la interconexión neuronal, vamos a tener pacientes con problemas neurológicos bárbaros. Los riesgos son a medio y largo plazo: poca capacidad de aprendizaje, problemas de visión y oídos…”, alerta Andrade.
Además, el consumo de ‘H’ durante la gestación también puede provocar “malformaciones cardiovasculares” en el feto, detectables antes del alumbramiento si la madre se somete a controles periódicos, añade Hernández. Pero el que padece “alteraciones congénitas” normalmente no llega ni a nacer, apostilla su compañero.
Aunque el pronóstico de Andrade para los neonatos que reciben un tratamiento médico adecuado es optimista, deberá pasar un tiempo antes de confirmar si presentan lesiones reseñables. “Recién llevamos dos años con esto, hay que verlos a largo plazo”, valora.
Hasta entonces, algunas abuelas como ‘María’ pedirán ayuda a Dios cada noche con la esperanza de que la ‘H’ no destruya a quienes más aman. Ella, como tantas otras víctimas del letal narcótico, no puede librarse del “pánico” a que su hija recaiga, a que su único nieto deje de respirar o desarrolle alguna enfermedad. “Es una pesadilla. Cada madrugada me levanto diez veces para comprobar que la criatura está bien y que la chiquita no se ha ido en busca de droga. Y eso que han mejorado gracias a las medicinas”.