Trató de desahogarse con unos versos tan demoledores como el disparo que lo había dejado parapléjico años atrás: “Hablan de la calle y no viven la guerra, los que más balearon están bajo tierra. Si quiero, me paro de la silla de ruedas, cojo un AK-47 y se mueren los ‘Ñetas’. Ah, me olvidé de que ya pasamos la guerra”.Javier Carreño, ‘latin king’ de 29 años, sintió “coraje” cuando un médico le anunció que nunca volvería a andar, pero no odio. De hecho, es un firme defensor de la paz con sus antiguos enemigos. El rap y el hip hop le han ayudado a encontrar el equilibrio, a descubrir unos objetivos nobles por los que luchar.El 26 de julio de 2002, apenas tenía 14 años y uno en la organización. Los enfrentamientos a plomo se daban a diario. Los cadáveres se contaban por decenas. Cada muerte generaba una venganza del bando contrario, y cada venganza una nueva tragedia.Dos días antes había fallecido un ‘ñeta’ de gran peso. “Era obvio que nos iban a buscar y a matar”, rememora el joven, que luce un rosario de su grupo y un tatuaje en la mano izquierda con su nombre artístico. Javier, a quien los ‘hermanos’ de la Asociación ‘Latin King’ de Ecuador llaman el ‘Profeta’ a raíz de unas rimas que compuso sobre el futuro de la humanidad, cometió un fatal “descuido”.Se alistó para ir a un baile y, al salir de casa, tres tipos aparecieron a bordo de una camioneta y lo acribillaron. Un proyectil del calibre 38 impactó en su espalda y le rozó la médula espinal y las costillas.
LAS CONSECUENCIAS
Pero jamás se deprimió. Únicamente le preocupaba que su madre se viniera abajo. Así que decidió no derramar una sola lágrima delante de ella e intentó recuperar la alegría de antaño.
Pero volvió a equivocarse. Porque optó por descuidar su rehabilitación y lanzarse a los brazos de “la jodedera”. Aún era un pelado. Las discotecas y las mujeres le ayudaban a tener distraída la mente.
“El proceso de mejora se paró. Y por llevar una vida así, tuve problemas de hígado, riñones… Si no caminas, los órganos no trabajan bien y hay que cuidarse. He estado la mitad de mi vida en hospitales”, admite sereno mientras acomoda su melena bajo una gorra estampada en tonos azulones, como el cielo al que logró esquivar en aquella ocasión. “Pero es un rompecorazones”, puntualiza entre risas Aurora, una joven ‘reina’ de 19 años.
Aunque estudió Contaduría Pública durante cinco semestres, abandonó la facultad y, en 2012, volcó todas sus esperanzas en la música.
Siempre había tenido un don especial para la rima y el ‘freestyle’, aunque no se había atrevido a cantar sus propias letras. Tardó un año en dar el salto: “Improvisaba, me grababa para encontrar mi estilo y mi ‘flow’…”. Todavía no cuenta con un disco, pero sí ha colgado varios temas en Youtube y ha actuado como invitado en conciertos. “Tarima sí tengo”, apostilla satisfecho.
EL ENCUENTRO
El pasado regresó cuando menos lo esperaba, cuando ya lo creía arrinconado en algún recodo de su alma. Sucedió este año, con motivo de una reunión entre sus ‘hermanos’ y los ‘Ñetas’, enmarcada dentro del proceso de paz suscrito por ambas organizaciones.
Allí estaba él. Encadenaba sus pasos con cierta dificultad. Tenía medio cuerpo paralizado y padecía pequeños temblores, “una especie de párkinson”. Aquel tipo no era quien lo había disparado, sino un amigo de este. Pero tras el ataque a Javier, alguien no identificado le había asestado un tiro en el cráneo.
El ‘Profeta’ se apartó del grupo y se recluyó en sí mismo unos minutos. Estaba “como ido, impotente”, pero enseguida recordó que la guerra había sido “absurda”.
“Gracias a Dios, el chico no falleció. Porque yo no deseo la muerte a nadie. Habíamos peleado sin motivo y acabamos convirtiendo una rivalidad de terceros en algo personal. Siempre me he preguntado por qué empezó todo. Nadie ganó. Ni ellos ni nosotros podemos sentirnos orgullosos. Murieron tantas personas y otras tantas quedaron heridas…”, reflexiona con la mirada anclada en los autos que regresan a casa tras otra dura jornada de trabajo.
FUTURO ESPERANZADOR
Hoy, Javier piensa en quienes le sucederán, en todos esos muchachos que se han unido a la asociación en los últimos meses. No desea que pasen por el mismo infierno. “Ahora, podemos salir tranquilos a la calle”, sentencia.
Es evidente que en algún momento se reencontró consigo mismo, que la paz entre las pandillas también alivió su corazón. De lo contrario, sería incapaz de esbozar esa sonrisa que ilumina su rostro perlado cuando recita sus versos más románticos: “Llegará el día en que estemos siempre juntos. Si queremos un arcoíris, aguantemos el diluvio…”.
Él estuvo a punto de extraviarse en medio de la tormenta, pero aún aprecia la belleza que anida en la oscuridad. Tal vez por eso se tatuara un bosque de árboles desnudos e inertes en el antebrazo derecho: “Siempre existe algo bueno dentro de cada cosa. Para algunos ahí no hay vida, pero para otros puede que la vida resida en los silencios, en la nada”.
LAS CONSECUENCIASPero jamás se deprimió. Únicamente le preocupaba que su madre se viniera abajo. Así que decidió no derramar una sola lágrima delante de ella e intentó recuperar la alegría de antaño. Pero volvió a equivocarse. Porque optó por descuidar su rehabilitación y lanzarse a los brazos de “la jodedera”. Aún era un pelado. Las discotecas y las mujeres le ayudaban a tener distraída la mente. “El proceso de mejora se paró. Y por llevar una vida así, tuve problemas de hígado, riñones… Si no caminas, los órganos no trabajan bien y hay que cuidarse. He estado la mitad de mi vida en hospitales”, admite sereno mientras acomoda su melena bajo una gorra estampada en tonos azulones, como el cielo al que logró esquivar en aquella ocasión. “Pero es un rompecorazones”, puntualiza entre risas Aurora, una joven ‘reina’ de 19 años.Aunque estudió Contaduría Pública durante cinco semestres, abandonó la facultad y, en 2012, volcó todas sus esperanzas en la música. Siempre había tenido un don especial para la rima y el ‘freestyle’, aunque no se había atrevido a cantar sus propias letras. Tardó un año en dar el salto: “Improvisaba, me grababa para encontrar mi estilo y mi ‘flow’…”. Todavía no cuenta con un disco, pero sí ha colgado varios temas en Youtube y ha actuado como invitado en conciertos. “Tarima sí tengo”, apostilla satisfecho.
EL ENCUENTROEl pasado regresó cuando menos lo esperaba, cuando ya lo creía arrinconado en algún recodo de su alma. Sucedió este año, con motivo de una reunión entre sus ‘hermanos’ y los ‘Ñetas’, enmarcada dentro del proceso de paz suscrito por ambas organizaciones. Allí estaba él. Encadenaba sus pasos con cierta dificultad. Tenía medio cuerpo paralizado y padecía pequeños temblores, “una especie de párkinson”. Aquel tipo no era quien lo había disparado, sino un amigo de este. Pero tras el ataque a Javier, alguien no identificado le había asestado un tiro en el cráneo. El ‘Profeta’ se apartó del grupo y se recluyó en sí mismo unos minutos. Estaba “como ido, impotente”, pero enseguida recordó que la guerra había sido “absurda”. “Gracias a Dios, el chico no falleció. Porque yo no deseo la muerte a nadie. Habíamos peleado sin motivo y acabamos convirtiendo una rivalidad de terceros en algo personal. Siempre me he preguntado por qué empezó todo. Nadie ganó. Ni ellos ni nosotros podemos sentirnos orgullosos. Murieron tantas personas y otras tantas quedaron heridas…”, reflexiona con la mirada anclada en los autos que regresan a casa tras otra dura jornada de trabajo.
FUTURO ESPERANZADORHoy, Javier piensa en quienes le sucederán, en todos esos muchachos que se han unido a la asociación en los últimos meses. No desea que pasen por el mismo infierno. “Ahora, podemos salir tranquilos a la calle”, sentencia. Es evidente que en algún momento se reencontró consigo mismo, que la paz entre las pandillas también alivió su corazón. De lo contrario, sería incapaz de esbozar esa sonrisa que ilumina su rostro perlado cuando recita sus versos más románticos: “Llegará el día en que estemos siempre juntos. Si queremos un arcoíris, aguantemos el diluvio…”. Él estuvo a punto de extraviarse en medio de la tormenta, pero aún aprecia la belleza que anida en la oscuridad. Tal vez por eso se tatuara un bosque de árboles desnudos e inertes en el antebrazo derecho: “Siempre existe algo bueno dentro de cada cosa. Para algunos ahí no hay vida, pero para otros puede que la vida resida en los silencios, en la nada”. Lea también:
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