Pasa de los cincuenta. Viste camiseta blanca, tacos anchos y unos jeans ajustados y algo raídos, que remarcan su robusta silueta. La mujer, de metro y medio de estatura, deja el portal que le sirve de refugio y sale a campo abierto. Un Chevrolet Aveo de color blanco se detiene junto a la acera. Ella se acerca. Pero antes mira a ambos lados de la 17, como si quisiera cerciorarse de que nadie la vigila. Y tras intercambiar unas breves palabras con el conductor, ambos se marchan en el vehículo, posiblemente a un cercano motel situado a unas dos cuadras.
Es domingo, último día de enero. Los portones metálicos que custodian la 18, al suroeste de Guayaquil, permanecen sellados por disposición de las autoridades, que conforme al acuerdo 5910 del Ministerio del Interior (suscrito en julio de 2015), limitaron la actividad de los prostíbulos ecuatorianos a seis días por semana, de lunes a sábado.
Las calles, como los vendedores ambulantes de jugos, maduros con queso y chuzos que suelen congregarse en los alrededores al abrigo de sus coloridos parasoles, se han tomado un respiro.
Pero cuando la necesidad aprieta, no hay ley que frene al hambriento. Así que algunas sexoservidoras de fin de semana han buscado una alternativa para seguir llevando plata a sus humildes hogares. Varias sostienen que los sábados ofrecen sus servicios en la 18, con su debido carné profiláctico, mientras que los domingos, por iniciativa propia, lo hacen en la calle 17, a escasos veinte metros del barrio de tolerancia, desde la intersección con la calle Brasil hasta el cruce con la Gómez Rendón.
Hoy hay una docena, que atiende a unos veinte hombres en dos horas. Pero con el paso del tiempo, “se siguen multiplicando”, resalta Washington Casquete, presidente de la Asociación de Propietarios y Arrendatarios del Barrio Salinas.
La mayor parte de las mujeres parecen veteranas, ya que superan los cuarenta. Cuatro permanecen sentadas en un banco, a la espera de que algún cliente habitual las llame desde su carro. Otras prefieren ocultarse entre las columnas de las galerías para no llamar la atención.
Pero no pasan desapercibidas. Porque como indica el propio Casquete, el fenómeno emergió hace ya varios meses. Eso sí, aclara que los dueños de los locales legalizados de la 18 no tienen “nada que ver” con esta clase de prácticas. “No sabemos cuántas ni quiénes son. Ahora dicen que aparte de las mayores, también hay jóvenes”, remata.
15 DÓLARES el ‘punto’Ana, de unos 35 años, ha sombreado sus ojos de un turquesa brillante y se ha pintado los labios con un luminoso tono carmesí, que contrasta con sus recias curvas de mulata. Explica que después de varios años en la 18, tanto ella como sus compañeras de fin de semana consiguieron una clientela más o menos fija. Pero precisa que empezaron a perderla cuando entró en vigor la nueva normativa nacional.
“No estamos de acuerdo con la medida. Primero prohibieron la venta de bebidas alcohólicas los domingos. Luego nos dijeron que ya no podríamos ejercer ese día… Entonces nos quedamos sin trabajo. Decidimos pararnos lo más cerca posible -del barrio de tolerancia- para que los hombres nos reconozcan y continúen solicitando nuestros servicios”, afirma a este periódico.
Las tarifas también son distintas a las fijadas en los establecimientos del barrio Salinas. Mientras la mayor parte de ellas allí cobra 12 dólares por ‘punto’, en su nuevo espacio piden 15, de los que “cinco son para pagar la habitación del motel”.
MALESTAR VECINALAlgunos moradores rechazan la presencia de las sexoservidoras en las inmediaciones de sus domicilios. Aunque se muestran reacios a hablar abiertamente “por miedo a represalias”, uno de ellos resalta que la llegada de estas mujeres ha provocado un aumento de la inseguridad.
“Ya no dejo a mis hijos que bajen los domingos a la tienda de la esquina porque llega gente extraña y con mala apariencia. Creíamos que al haber delimitado la 18, las cosas cambiarían”, critica un residente. “Si nos enfrentamos a ellas, podemos tener problemas. No sabemos muy bien qué hacer”, concluye otro.
PIDEN A LOS USUARIOS QUE “TOMEN PRECAUCIONES”Washington Casquete, presidente de la Asociación de Propietarios y Arrendatarios del Barrio Salinas, teme que los residentes acusen a los dueños de los establecimientos de fomentar la prostitución callejera. Pero ellos se desmarcan de estas actividades.
Casquete apunta que, entre las sexoservidoras de la 17, también puede haber mujeres que nunca han laborado en el barrio de tolerancia. De ahí que haga un llamamiento a los clientes para que “tomen precauciones” y minimicen los riesgos: “No podemos decir a ciencia cierta si son de la 18. Es posible que algunas se paren en la 17 para después llevar a los clientes a otra parte. Y con la escopolamina, estos pueden perder sus vehículos. Las autoridades ya han dicho que no se debe trabajar -los domingos- y las cosas clandestinas van a aumentar de esta manera”.
Además, solicita a las instituciones que “cese esta situación” o que dejen laborar a estas mujeres “en aquellos lugares donde la clientela disfrute de un servicio de calidad” y ellas obtengan “su platita”.
Porque, al mismo tiempo, puntualiza que la mayoría de las sexoservidoras de la 17 “se paran allí debido a que no tienen dónde ejercer su actividad”.
Washington Casquete
LOS HORARIOSEl acuerdo ministerial 5910, firmado el 28 de julio de 2015 por el ministro del Interior, José Serrano, establece claramente los nuevos horarios que deben cumplir los “centros de tolerancia o diversión para adultos”.
En concreto, los vespertinos pueden operar de lunes a sábado, desde las 11:00 hasta las 20:00, y ofrecer “servicios sexuales y espectáculos (...) como baile, nudismo u otros, con o sin venta de bebidas alcohólicas”.
Por su parte, los “nocturnos” tienen autorización para permanecer abiertos de lunes a jueves, entre las 16:00 y las 24:00, así como los viernes y sábados, de 16:00 a 02:00. Sus actividades son las mismas que en el caso anterior.
Según recoge el documento, la vigencia del permiso de funcionamiento, que otorga la Intendencia General de Policía correspondiente, es de “dos años fiscales”.
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